
Siempre estoy inmerso en algún texto literario. Un viaje emocional permanente que me proporciona oxígeno intelectual y enriquece mi conocimiento. Imaginen demoler ensayos con novelas y así profundizar en todos los pasajes de la memoria para ver dónde depositar ciertos conocimientos adquiridos. Y eso me pasó con... La madre de Frankenstein De la fallecida escritora Almudena Grandes, que parte de la página 344 quedó en mi memoria. En ella, uno de los personajes del libro, José Luis Robles, bebió agua, encendió un cigarrillo (gracias a Dios, las novelas siguen siendo un espacio donde las libertades pueden seguir ejercitándose, algo que en el mundo real parece cada vez más difícil) y decidió, tras añadir algunos gestos, explicarle algunas cosas al protagonista de la novela.
En el momento: Que en 1949 se había refundado la Asociación Española de Neuropsiquiatría. Que su presidente, por supuesto, era Antonio Vallejo Nájera, auténtico líder de la psiquiatría nacional. Que, como seguramente sabría, Vallejo tenía un enemigo en el jurado, llamado Juan José López Ibor. Que si Vallejo monopolizaba los cargos, López Ibor tenía el poder de hacerse millonario con su consulta privada. Que había estado engañando a la gente con tratamientos para revertir la homosexualidad, llegando incluso a la lobotomía, y que afirmaba curar la depresión a base de pentotal sódico, un barbitúrico eufórico de muy corta duración que había enganchado a todos los depresivos. Que sus pacientes se sentían tan bien cuando se los inyectaban que, aunque el efecto no duraba más de un cuarto de hora, todos volvían al siguiente objetivo para otra dosis. Que la lobotomía era solo un rumor que no parecía muy fiable, pero que el pentotal lo había visto con sus propios ojos…
Era evidente que esos dos personajes literarios, sacados de la realidad, uno coronel del ejército español y el otro miembro del Opus Dei, ostentaban todo el poder que les otorgaba su aproximación al régimen. Y, sobre todo, el poder de reformular la voluntad (en ocasiones demencial) de la psiquiatría en España.
Pero sucedió lo que suele ocurrir, y ese párrafo, en una de las salas de la memoria, se cruzó con otro, leído previamente para documentar uno de mis libros sobre la brigada de investigación social de Franco, y así nació la idea de escribir este artículo, que ha permanecido en el olvido durante dos años, hasta hoy. Pero el protagonista de este camino farragoso sobre un tema complejo no son Iberies y Vallejo Nájera, quienes han tenido la suerte de no ser juzgados con demasiada dureza por la historia democrática, e incluso el excelente poder de la psiquiatría en los medios democráticos les ha otorgado aún más poder y popularidad, sino un discípulo suyo, Francisco Javier de Echalecu y Camino.
Este personaje, Francisco Javier de Echalecu y Canino, nació en Moral de Calatrava, municipio de Ciudad Real (España), en 1897. Se tituló en magisterio e ingresó poco después en el cuerpo de auxiliares de Instituciones Penitenciarias, donde ya se perfilaba para lo que vendría después. En 1929 se licenció en Ciencias e inició la carrera de medicina como estudiante no oficial (a distancia) en la Universidad Central, compaginando sus estudios con su trabajo. Obtuvo su título de médico el 26 de abril de 1939, 25 días después del fin de la Guerra Civil Española. Allí comenzó a colaborar permanentemente con Vallejo Nájera y López Ibor, lo que le permitió desempeñar importantes cargos. Y especialmente neuropsiquiatra de la Dirección General de Seguridad, donde comenzó a ejercer como profesor de psicología criminal en la Escuela General de Policía (recordemos estos datos), así como neuropsiquiatra del Consejo Superior de Protección de Menores y director de los servicios médicos de la Junta de Protección de la Mujer. Recibió diversas condecoraciones, entre las que destacó sin duda la Orden del Águila Alemana, otorgada por el gobierno de Hitler.
Asimismo, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, fuerzas ya adoctrinadas de la Policía Franquista y miembros de la Policía Alemana, aún no descazificados, seguían integrados sin excesivo esfuerzo en lo que se denominó Comisión Internacional de la Policía Central, rebautizada con el paso de los años con el nombre de Interpol, donde se plasmaron todos los tics ideológicos que permanecieron en dicho cuerpo de seguridad europeo hasta bien entrados los años 90, afectando a muchos movimientos religiosos, que en el trienio de los años 90 a los 90, fueron definidos como sectas destructivas. Algunas de ellas, aún años después, continúan con ese San Benito ideológico lanzado por Interpol en aquellos años. Echalecu, se convirtió entonces en un auténtico germen de propaganda ideológica, religiosa y racial que impregnó el nuevo régimen en España, al que otros países no fueron ajenos.
Echalecu, hasta su muerte en 1957, siempre se identificó con el paradigma de la biología criminal alemana, donde destaca la importancia de comprender que las enfermedades mentales suelen estar causadas por componentes importantes relacionados con cuestiones latentes de la personalidad, como la edad, el sexo y la raza. Añadiré, antes de desarrollar el texto, que también se incluyen factores como la ideología. Como psiquiatra, también acepto algunas de las razones que llevaron a los nazis a exterminar a los judíos, ya que los componentes raciales fueron importantes, según sus propias palabras: Las constituciones patológicas endógenas parecen tener una extensión muy diferente en los diversos países; así, por ejemplo, los judíos sufren sobre todo los europeos occidentales, psicosis endógenas (maniaco-depresivas y esquizofrenia, que las poblaciones circundantes… Es cierto que los judíos las sufren con más frecuencia que otras razas.
Si analizamos el pensamiento psiquiátrico imperante en aquellos años, vemos que el genocidio, relativamente aceptado, no es inmoral, pues se trata de personas enfermas, los judíos, con un virus que causaría enfermedades mentales en otras razas. Pero el problema no terminó ahí.

Echalecu, no lo olvidemos, Catedrático de Psicología Criminal de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. … Los psicópatas son hombres con disposiciones anormales permanentes que sufren como resultado de su anormalidad… Para él, y es algo que se extendió a lo largo de los 40 años de la dictadura y aún hoy, continúa en algunos ámbitos, dicha psicopatía era un trastorno de gran importancia socialSe le dio mucha importancia a los suicidas, divorciados, célibes, alcohólicos o drogadictos. Pero si se dedicó un esfuerzo a algún grupo, fue a aquellos que él consideraba mártires de la idea, o psicópatas fanáticos.
En sus arengas por las comisarías, ciertamente subrayó lo preocupante que era la psicopatía anarquista, comunista, exaltada y en todo aquel que mantenía una ideología contraria a los principios ideológicos del régimen político imperante, incluidos también los apóstoles del desnudo, de la vida naturalista, de los cristianos. Cierto (Ver Testigos de Jehová, Protestantes y otros), vegetarianos y todos aquellos que organizaron sectas con sus ideas fanáticas.
Curiosamente, mientras en diversos puntos de Europa se iban desmantelando todas y cada una de las ideas fanáticas de esta escuela psiquiátrica, era en el terreno de las sectas donde, aún hoy, más de 80 años después, se sigue demonizando a las personas por reunirse para compartir ideas diferentes, o se les llama sectario Por mantener una mentalidad diferente de quienes ostentan el poder. Estas personas, según dicen los medios, siguen hoy... pobre enfermo mentalPropensos a ser manipulados por cualquiera que los someta a una exhibición de ideas distintas a las predominantes. Y, por supuesto, Echalecu incluía aspectos relacionados, curiosamente para las mujeres, a quienes, cuando se exaltaban por las vejaciones a las que a menudo eran sometidas por la sociedad, incluyendo a sus parejas, las llamaban histéricas, un concepto que hacía recaer todo el peso de la culpa en ellas, y nunca en el terapeuta ni en el entorno social que las rodeaba. …las mujeres están histéricas.
Echalecu también creó una escuela de pensamiento basada en un estudio a un grupo marginal de prostitutas que describió como Débiles mentales, psicópatas, vagabundos, enfermos mentales, Con la adición de que esas mujeres, sin excepción, tenían antecedentes familiares delictivos y mentales. Con esta disposición, no era difícil que cierta casta, vinculada a la religión o la medicina, se dedicara a robar hijos de prostitutas y a adoptarlos con familias más adineradas que supieran brindarles un entorno y una educación más adecuados para acabar con las ideas imperantes, o en otros casos, utilizarlos como quisieran. Sin duda, no sería extraño que esta escuela psiquiátrica se extendiera a otros barrios marginales, pobres, de baja calidad o con trabajos mal pagados, y que se usara la misma excusa con las prostitutas, comenzando en muchos países un abominable robo de bebés, con la excusa de que habían muerto, para entregarlos en adopción con beneficios de pingues.
Esta psiquiatría fanática no se ha disculpado por el paso de los años, y aún hoy su hedor sigue nublando algunas acciones en toda Europa mediante el control del pensamiento en el ámbito de las sectas. Las ideas son perseguidas y muchos psiquiatras, ahora amparados por el discurso de la cancelación, siguen adoptando el término. enfermedad mental, para definir diferentes personas o actitudes o comportamientos diferentes.
La literatura es un viaje fascinante que nos enseña a reflexionar sobre ciertas cuestiones relacionadas con miles de aspectos diferentes que nos rodean a diario. Hoy nos ha llevado de las páginas de un libro de Almudena Grandes al fanatismo más oscuro y fanático de una escuela psiquiátrica que anatematizó a miles, sino millones de personas durante mucho tiempo y que, con el apoyo inmoral de sociedades y políticos cobardes, aún hoy sigue ejerciendo cierto poder.
Literatura:
-El texto de Almudena Grandes, ha sido extraído de la novela La madre de Frankensteineditado por Tusquets.
-Lo relativo a ECHALECU y la Policía Franquista, ha sido extraído de la obra magistral titulada Psicología criminal en la policía franquista, de los autores Javier Bandrés, Rafael Llavona y Eva Zubieta, para la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
publicado originalmente en La DamadeElche.com