Mientras el mundo conmemora el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz, sobrevivientes como Shaul Spielmann, que ahora tiene 94 años, comparten sus desgarradoras historias de resiliencia y supervivencia. Su historia es un duro recordatorio de los horrores del Holocausto y de la lucha constante contra el antisemitismo.
ASCALÓN, ISRAEL – La vida de Shaul Spielmann ha sido un testimonio de la fragilidad de la existencia humana y de la fortaleza del espíritu humano. Sentado en su casa de Ascalón, una ciudad que recientemente recuperó la calma tras un alto el fuego con Hamás, Spielmann relata con vívida claridad su supervivencia del Holocausto. Su historia, llena de momentos de desesperación, suerte y un coraje inimaginable, sirve como un poderoso recordatorio de las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial.
El primer encuentro de Spielmann con la muerte se produjo en mayo de 1944, durante una selección realizada por Josef Mengele, el tristemente célebre médico nazi conocido como el “Ángel de la Muerte”. De 1,500 niños y adolescentes, sólo 67 fueron escogidos para ser enviados a campos de trabajo. El resto, incluido Spielmann, fueron condenados a las cámaras de gas. Pero el destino intervino. Su padre, que trabajaba en el registro de Auschwitz, trasladó en secreto el nombre de su hijo de la lista de muertos a la de trabajo. “Así fue como me salvó la vida”, recuerda Spielmann.
Nacido en Viena, el prometedor futuro de Spielmann se vio truncado en marzo de 1938, cuando la Alemania nazi se anexionó Austria. Al día siguiente del Anschluss, fue expulsado de la escuela en virtud de las Leyes de Núremberg. Su padre, ingeniero, también fue despedido de su trabajo. “Se avecinan tiempos muy malos”, advirtió su padre. Poco después, la Gestapo se apoderó de la tienda y la casa de la familia, obligándolos a vivir hacinados con otras familias judías.
En septiembre de 1942, los Spielmann fueron detenidos y enviados a Theresienstadt, un campo de tránsito en Checoslovaquia. Un año después, fueron transportados a Auschwitz. “No sabíamos qué era Auschwitz”, dice Spielmann. “Pero cuando llegamos a Birkenau, vi el infierno”. El caos de los reflectores, los gritos de las SS y los ancianos que eran empujados fuera de los trenes marcaron el comienzo de su pesadilla.
En Auschwitz, Spielmann sufrió el deshumanizante proceso de ser tatuado con el número 170775. Fue testigo del asesinato de su madre, cuyo cuerpo fue arrojado a un carro con destino al crematorio. Su padre fue enviado a un campo de trabajo en Alemania y su último adiós fue una mirada fugaz y silenciosa.
Spielmann se enfrentó a otra selección de Mengele, en la que 150 de los 800 niños fueron enviados a las cámaras de gas. Milagrosamente, una disputa interna entre los nazis le salvó la vida. “Lloramos, sabiendo que estábamos a punto de morir, pero después de media hora, no pasó nada”, recuerda.
En enero de 1945, cuando el ejército soviético se acercaba a Auschwitz, Spielmann se vio obligado a realizar una marcha de la muerte. “Cada día veíamos más cadáveres. Al cuarto día estábamos exhaustos y nos preguntábamos cuándo nos fusilarían”, recuerda. Sobrevivió a Mauthausen y Gunskirchen, donde un guardia nazi casi lo mata de un golpe en la cabeza. La liberación llegó en mayo de 1945, cuando llegaron las tropas estadounidenses.
La historia de Spielmann ahora forma parte de una exposición fotográfica de Erez Kaganovitz, que se exhibe en el Museo Nacional de la Segunda Guerra Mundial en Nueva Orleans y en el Ministerio Federal de Justicia de Alemania en Berlín. El proyecto, Los humanos del Holocausto, tiene como objetivo preservar los testimonios de los sobrevivientes mientras el antisemitismo aumenta a nivel mundial. Según las organizaciones judías, los incidentes antisemitas han aumentado casi un 100% en comparación con 2023 y un 340% desde 2022.
Kaganovitz, nieto de supervivientes del Holocausto, subraya la importancia de la educación. “Es imperativo luchar contra el antisemitismo informando y educando a la gente sobre sus peligros”, afirma. Spielmann comparte este sentimiento y espera que su historia sirva de inspiración a las generaciones futuras para que recuerden las lecciones del Holocausto.
Mientras el mundo conmemora el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, la resiliencia de Spielmann se alza como un faro de esperanza. Su vida, marcada por un sufrimiento y una supervivencia inimaginables, es un poderoso llamado a la acción contra el odio y la intolerancia. “Nunca debemos olvidar”, afirma, “porque el olvido es el primer paso para repetir la historia”.
Este artículo se basa en una entrevista publicada en El Mundo y es parte de una serie que honra a los sobrevivientes del Holocausto y su legado perdurable.