Educadora de Alaska demanda a un centro psiquiátrico tras ser internada a la fuerza por expresar su fe
Mary Fulp, una educadora respetada y directora del año de Alaska en 2022, nunca imaginó que su sincera expresión de fe la llevaría a una terrible experiencia. En enero de 2023, Fulp fue sacada a la fuerza de su casa., internada contra su voluntad en un centro psiquiátrico y a la que le inyectaron drogas psicotrópicas, todo porque compartió su amor por Jesucristo en un video publicado en Internet. Ahora, Fulp está contraatacando y presentando una demanda contra el Centro Médico Regional Mat-Su y otros involucrados en lo que ella llama una flagrante violación de sus derechos civiles y religiosos.
Según informó John Blosser en Libertad revistaEl caso de Fulp desencadenó una conversación nacional sobre la intersección de la libertad religiosa, la salud mental y las libertades civiles.
“Esta experiencia traumática es la peor pesadilla de un ciudadano libre”, afirmó Fulp. “Se trata de abuso de poder, desacato a la ley y violaciones de derechos humanos y constitucionales básicos”.
Un testimonio de fe conduce a consecuencias impensables
El calvario de Fulp comenzó el 15 de enero de 2023, cuando publicó un video en línea en el que compartía una experiencia religiosa profundamente personal. En el video, habló sobre su amor por Jesús y describió cómo recibió el don espiritual de “hablar en lenguas”, una práctica común entre los cristianos carismáticos y pentecostales. Si bien su testimonio fue una expresión sincera de su fe, alarmó a algunos miembros de su familia, quienes creyeron que podría estar atravesando una crisis de salud mental.
Cuando la familia de Fulp visitó su casa para expresar sus preocupaciones, ella les pidió que se fueran. En lugar de eso, se pusieron en contacto con la policía. Una agente acudió y, después de hablar con Fulp, determinó que estaba “sana de cuerpo y mente” y no representaba ninguna amenaza para sí misma ni para los demás. La agente se fue sin tomar ninguna medida.
Sin embargo, como se detalla en el informe original de John Blosser para Libertad La familia de Fulp insistió. Más tarde se comunicaron nuevamente con la policía y presentaron lo que afirmaron que era una orden judicial que ordenaba una evaluación psiquiátrica. Basándose en este documento, los agentes regresaron a la casa de Fulp, la esposaron y la transportaron al Centro Médico Regional de Mat-Su.
“En realidad me están llevando porque amo a Jesús”, recordó Fulp que pensó en ese momento. “Estoy en la parte trasera de un coche de policía para dar mi testimonio. Y aquí estoy, recibiendo una evaluación psicológica porque amo a Jesús”.
Un documento falsificado y un fallo del sistema
Dos días después de la internación involuntaria de Fulp, las autoridades descubrieron que la orden judicial que había presentado su familia era falsa. Para entonces, el daño ya estaba hecho. Fulp había sido atada a una camilla, le habían inyectado a la fuerza drogas psicotrópicas y la habían mantenido en una habitación fría y oscura del hospital durante tres días. Durante su internamiento, el personal supuestamente violó sus derechos HIPAA al hablar de su caso con personas no autorizadas.
“Parece que cometimos un error al trasladar a la mujer adulta para que la evaluaran”, admitió en un comunicado el Comisionado del Departamento de Seguridad Pública de Alaska, James Cockrell. “Nuestro personal debería haber tomado medidas adicionales para verificar la información presentada por la denunciante y la validez de la orden judicial. Asumimos toda la responsabilidad por esto y queremos asegurarle al público que estamos tomando las medidas necesarias para garantizar que incidentes como este nunca vuelvan a ocurrir”.
Pero para Fulp, la disculpa suena hueca. “Mi fe no es un trastorno, es mi fuerza”, dijo. “En lugar de respetar mi derecho a expresar libremente mis creencias, religión“Los acusados desestimaron mis creencias, calificándolas de 'delirios' y 'preocupaciones religiosas'. Esta mentalidad discriminatoria moldeó sus decisiones imprudentes, lo que condujo al daño físico, emocional y espiritual que sufrí”.
Una cuestión más amplia de derechos humanos
El caso de Fulp, como se destaca en el informe de John Blosser para Libertad La revista ha provocado indignación entre los defensores de los derechos civiles y las organizaciones de libertad religiosa. La Comisión de Ciudadanos sobre Derechos humanos La Conferencia Episcopal Internacional (CCHR) ha condenado el uso del internamiento psiquiátrico involuntario, calificándolo de violación de los derechos humanos.
“Las políticas de detención involuntaria y tratamiento forzado en Estados Unidos son inviables y perjudiciales”, afirmó el CCHR. “El internamiento involuntario es un destino que puede ser peor que el encarcelamiento penal, aunque en el caso de un internamiento por problemas de salud mental, la persona no ha cometido ningún delito”.
Jan Eastgate, presidenta de CCHR International, se hizo eco de estos sentimientos y describió el sistema psiquiátrico como uno que “ejemplifica derechos humanos “abuso y niega a los individuos sus derechos inherentes”.
Luchando por la justicia y la reforma
La demanda de Fulp contra el Centro Médico Regional Mat-Su no solo busca que se rindan cuentas por el daño que sufrió, sino también reformas sistémicas para evitar incidentes similares en el futuro. Su equipo legal pide que los centros de salud conductual adopten políticas que respeten los derechos legales y constitucionales de los pacientes, incluido su derecho a la libertad religiosa.
“Las personas que me defienden están analizando cada violación que he sufrido”, dijo Fulp. “Vamos a corregir estos errores de una manera muy pública y contundente”.
El caso de Fulp es un duro recordatorio de la fragilidad de las libertades civiles y del potencial de abuso en los sistemas diseñados para proteger la salud pública. Su valentía al hablar abiertamente ya ha inspirado a otros a cuestionar la ética del tratamiento psiquiátrico involuntario y a abogar por una mayor protección de la expresión religiosa.
Mientras Fulp continúa su lucha por la justicia, una cosa está clara: su fe sigue inquebrantable. “Amo a Jesús y nadie puede quitarme eso”, dijo. “Lo que me pasó estuvo mal, pero solo ha fortalecido mi determinación de defender lo que creo”.
Para Mary Fulp, la pregunta ya no es “¿Qué haría Jesús?”, sino “¿Qué haremos para garantizar que esto no vuelva a suceder?”.